y al final...ya ni entiendes como has llegado hasta aquí...

miércoles, 30 de enero de 2013

historia 21


camina.

Era invierno, nunca había caminado tanto durante toda mi vida; no sabía a dónde iba ni qué buscaba, mis pies tomaron camino durante horas desconectados de mi cerebro, yo obedecía como fiel perro comandado por su amo. Y al final, no supe ni dónde terminé metida ni cuál era el camino de regreso. Había ya muchos pasos a mi espalda, muchas horas de no saber a dónde me dirigía como para pensar en regresar por un camino que desconocía.

Hacía frío desde la tarde y mis manos temblaban suavemente dentro de la bolsa de aquél suéter rojo que ni si quiera me pertenecía; a pesar de todo, llevaba la frente en alto, caminaba distraídamente con el semblante de quien marcha con la mente en blanco. Una que otra vez sentía hundirse en mis ojos la mirada curiosa de los pocos transeúntes que me encontré a esa hora. Muchos hombres ni si quiera se tomaron la molestia de mirar a mis ojos, les bastaba con desviar la mirada hacia mi escote, si es que se le puede llamar así al cierre medio abierto de mi suéter y el corte bajo de mi camiseta. Mujeres en su mayoría me miraron con singular duda; nunca me he creído bella y por eso supongo que era duda en sus ojos, y no algún tipo de deseo reprimido, aunque en secreto me gusta pensar que así era.
Caminaba despacio, como queriendo memorizar por siempre los colores del ocaso sobre las construcciones grises y agrietadas, típicas de barrio bajo de ciudad. Pasé por un parque y me detuve un momento a admirar a unos pequeños jugando fútbol; sus pantalones sucios y roídos, sus caritas llenas de tierra y rodillas raspadas me recordaron a los ayeres que viví en algún punto del mundo, a veces tan lejano de aquí. Ellos no notaron mi presencia, siguieron su actividad como si una extraña jamás hubiera posado sus pensamientos sobre aquellas caritas.
Un poco más a lo lejos, se encontraban columpios y resbaladillas, asentados sobre pasto a medio morir, sus tonalidades de amarillento a verde pálido y los espacios de tierra sin cubrir de pronto me recordaron las veces que jugué a ser niña en lugares parecidos, escuché sin querer, reproducirse otra vez en mi cabeza las risas chillonas y las bromas bobas, la alegría de vivir en un mundo que me maravillaba cada medio segundo.
Le dediqué una sonrisa melancólica al metal oxidado y a medio despintar de aquellos juegos, mis dedos paseaban por su superficie, se sentían como ayer, se sentían como siempre. Me senté en un columpio queriendo recordar lo que se siente suspenderse en el aire sin nada más importante rosando las cienes que el aire que despeina mis cabellos, y mis pies que rosan contra la tierra. Probablemente crecer no es lo mejor que puedas hacer en esta vida, pero es parte de la misma.
De repente y por una esquina del parque vi cruzar al amor de mi vida, se alejaba lentamente mientras mis ojos seguían el movimiento cadencioso de sus caderas. Reí para mis adentros “el amor de mi vida” me dije, como si fuera cierto; aunque no era una mentira del todo: pues el amor puede ser cualquiera. Recordé entonces cuantos “amores de mi vida” había tenido hasta entonces; sólo uno y me sentí que desfallecer el día que yo dejé de ser el suyo… si es que alguna vez lo fui. Desde entonces sólo jugaba a enamorarme buscando en esas almas la marca que dejó en mí aquella que tocó y robó con las manos desnudas un pedazo de la mía. Pronuncié su nombre en un susurro y suspiré, no sé si fue decepción lo que sentí al no saber de aquel cosquilleo en el estómago por estar invocando lo prohibido, o la contracción involuntaria del recuerdo de sus labios sobre los míos. Ya no sentía nada, era sólo una persona más en mi lista de promesas a olvidar.
Había una canción en mi cabeza, no recuerdo claramente cuál era, me hizo sonreír espontáneamente; cualquiera que me viera diría que algo anda mal con mi cordura, últimamente nadie le sonríe así a la nada, pero nadie es como yo…exceso de ego tal vez, pues el pensamiento siguiente fue: “Lastima que nunca sabrán todos aquellos de lo que se perdieron”. Y yo tampoco, nunca sabré lo que me pude haber ahorrado. Aunque realmente y siendo sincera no sé si alguna vez llegué a amar, o si sé cómo hacerlo; obsesiones tuve muchas, caprichos muchísimos más pero amor… no sé si podría poner esa palabra después alguno de los nombres de mi lista, incluso de aquel nombre al que me atrevo a llamar “el amor de mi vida”. Un suspiro de resignación salió de mis labios, supongo que aún me quedan algunos años de vida para investigar si soy capaz de entregarlo todo, arriesgar sabiendo que siempre perderé o ahorrarme toda esa cursilería enfermiza y dejar de idealizar personas por mi propia salud mental.
Reí, esta vez audiblemente, nadie nunca ha sabido hacerme reír mejor que yo misma, justo estaba terminando con mi lapsus de risas tontas cuando sentí una mano posarse en mi hombro, me asusté un poco por el contacto inesperado e inmediatamente busqué el rostro de quien se había atrevido a perturbar mi paz.
Miré sus ojos y de alguna manera supe que me iba a perder ahí, miré sus labios y la sonrisa cínica que anunciaba desastre me hizo querer salir corriendo, sin embargo me quedé ahí, quietecita contemplando cada detalle de su rostro; era “el amor de mi vida” aquella alma que cruzaba despreocupadamente por la esquina del parque.
-¿Me extrañaste? –Me dijo y se sentó al lado mío, en el espacio vacío que dejaba el otro columpio
-Desde antes de ser concebida –Le dije sin expresión alguna en mi semblante, ni emoción alguna en mi voz
-¿Sabes quién soy?
-No –Le miré directo a los ojos, había algo en su mirar que me recordaba historias que jamás había vivido y sentimientos que nunca conocí.
-Mejor, he venido por ti –se paró inmediatamente y lentamente se posó delante de mí, yo recorrí sus formas lentamente, le miré con duda, extendió su mano y yo la tomé parándome también en el acto. Su mano era fría pero suave al tacto, sus dedos eran largos y finos.
-¿Puedo saber a dónde vamos? –comenzó a caminar a mi lado, aun tomando mi mano, lentamente como si tampoco supiera a dónde nos dirigíamos.
-No, tú lo sabes mejor que yo –me sonrió y yo asentí con duda.
-Entonces será un largo viaje y ya casi anochece –le respondí mirando al cielo, en el que ya casi no quedaba rastro de sol y algunas estrellas asomaban a la vista.
-Tampoco habrá luna, será una noche oscura como las que amas.
-Yo amo los días nublados y la lluvia.
-Entonces las amarás… me amarás.
Detuvo el paso y me atrajo hacia su persona, quedamos de frente; yo dudaba de su intención y estaba a punto de preguntar… palabras de más, al minuto siguiente me estaba besando y yo no puse objeción al beso de final de cuento, el beso donde todo termina: besaba a la muerte con descaro en medio de aquél parque donde no quedaba nadie más que yo y el universo a mis pies.

lunes, 7 de enero de 2013

B-day

Y yo soy la que tiene que invitarlos a festejar que estoy viva?

frag

yo juraba que me rentaría al diablo el día que te tubiera enfrente, y miranos ahora, tan cerca que ni si quiera lo puedo asimilar, pero tu sigues sin estar aquí. Por más que te hacercas jamás puedo alcanzarte.

puedo olerte y casi escucharte...pero sigo sin poderte alcanzar.
sin embargo le sonrío a tu imagen, como la estúpida que le sonríe al espejo.
he querido derribar un muro a puños y mira en lo que ha terminado..
se ha quedado sólo en el intento, que pena que nunca nos hayamos conocido lo suficiente
como para saber que tu no estarías aquí jamás,
y yo nunca estaría tan tranquila con tus ojos husmeandolo todo.

pulsos

Una se equivoca y eso es inevitable.
Mira que tarde es, y eso que apenas son las 6
que frío hace y el sol aún en lo alto arde
pero no por mucho, y entonces me congelaré.

Qué suerte, qué envidia
por aquel que posea el calor de los brazos
que no merezco.

La ciudad sigue viva y respira
y yo aquí malgastando palabras,
se me va la vida en letras
que no tienen métrica ni algún fin.

Qué suerte, qué envidia
por aquel que tiene cartas de amor
con remitente.

E-go

a veces quisiera saber a qué huele mi propia piel
y si es de las que se quedan grabadas con fuego en la memoria de los demás.

A veces quisiera saber del tacto que imprimo en manos extrañas;
lisa? tersa? suave?
una superficie digna de recordar?
quizás relieves entrañables, dignos de una puesta de sol.

Por una vez mirar del mundo hacia adentro
Dejar la perspectiva egoista del yo existo para el mundo
y empezar con: existe todo un mundo además de mí.