camina.
Era invierno, nunca había caminado tanto durante toda mi
vida; no sabía a dónde iba ni qué buscaba, mis pies tomaron camino durante
horas desconectados de mi cerebro, yo obedecía como fiel perro comandado por su
amo. Y al final, no supe ni dónde terminé metida ni cuál era el camino de
regreso. Había ya muchos pasos a mi espalda, muchas horas de no saber a dónde
me dirigía como para pensar en regresar por un camino que desconocía.
Hacía frío desde la tarde y mis manos temblaban suavemente dentro de la bolsa de aquél suéter rojo que ni si quiera me pertenecía; a pesar de todo, llevaba la frente en alto, caminaba distraídamente con el semblante de quien marcha con la mente en blanco. Una que otra vez sentía hundirse en mis ojos la mirada curiosa de los pocos transeúntes que me encontré a esa hora. Muchos hombres ni si quiera se tomaron la molestia de mirar a mis ojos, les bastaba con desviar la mirada hacia mi escote, si es que se le puede llamar así al cierre medio abierto de mi suéter y el corte bajo de mi camiseta. Mujeres en su mayoría me miraron con singular duda; nunca me he creído bella y por eso supongo que era duda en sus ojos, y no algún tipo de deseo reprimido, aunque en secreto me gusta pensar que así era.
Hacía frío desde la tarde y mis manos temblaban suavemente dentro de la bolsa de aquél suéter rojo que ni si quiera me pertenecía; a pesar de todo, llevaba la frente en alto, caminaba distraídamente con el semblante de quien marcha con la mente en blanco. Una que otra vez sentía hundirse en mis ojos la mirada curiosa de los pocos transeúntes que me encontré a esa hora. Muchos hombres ni si quiera se tomaron la molestia de mirar a mis ojos, les bastaba con desviar la mirada hacia mi escote, si es que se le puede llamar así al cierre medio abierto de mi suéter y el corte bajo de mi camiseta. Mujeres en su mayoría me miraron con singular duda; nunca me he creído bella y por eso supongo que era duda en sus ojos, y no algún tipo de deseo reprimido, aunque en secreto me gusta pensar que así era.
Caminaba despacio, como queriendo memorizar por siempre los
colores del ocaso sobre las construcciones grises y agrietadas, típicas de
barrio bajo de ciudad. Pasé por un parque y me detuve un momento a admirar a
unos pequeños jugando fútbol; sus pantalones sucios y roídos, sus caritas
llenas de tierra y rodillas raspadas me recordaron a los ayeres que viví en
algún punto del mundo, a veces tan lejano de aquí. Ellos no notaron mi
presencia, siguieron su actividad como si una extraña jamás hubiera posado sus
pensamientos sobre aquellas caritas.
Un poco más a lo lejos, se encontraban columpios y resbaladillas, asentados sobre pasto a medio morir, sus tonalidades de amarillento a verde pálido y los espacios de tierra sin cubrir de pronto me recordaron las veces que jugué a ser niña en lugares parecidos, escuché sin querer, reproducirse otra vez en mi cabeza las risas chillonas y las bromas bobas, la alegría de vivir en un mundo que me maravillaba cada medio segundo.
Un poco más a lo lejos, se encontraban columpios y resbaladillas, asentados sobre pasto a medio morir, sus tonalidades de amarillento a verde pálido y los espacios de tierra sin cubrir de pronto me recordaron las veces que jugué a ser niña en lugares parecidos, escuché sin querer, reproducirse otra vez en mi cabeza las risas chillonas y las bromas bobas, la alegría de vivir en un mundo que me maravillaba cada medio segundo.
Le dediqué una sonrisa melancólica al metal oxidado y a
medio despintar de aquellos juegos, mis dedos paseaban por su superficie, se
sentían como ayer, se sentían como siempre. Me senté en un columpio queriendo
recordar lo que se siente suspenderse en el aire sin nada más importante
rosando las cienes que el aire que despeina mis cabellos, y mis pies que rosan
contra la tierra. Probablemente crecer no es lo mejor que puedas hacer en esta
vida, pero es parte de la misma.
De repente y por una esquina del parque vi cruzar al amor de
mi vida, se alejaba lentamente mientras mis ojos seguían el movimiento
cadencioso de sus caderas. Reí para mis adentros “el amor de mi vida” me dije,
como si fuera cierto; aunque no era una mentira del todo: pues el amor puede
ser cualquiera. Recordé entonces cuantos “amores de mi vida” había tenido hasta
entonces; sólo uno y me sentí que desfallecer el día que yo dejé de ser el
suyo… si es que alguna vez lo fui. Desde entonces sólo jugaba a enamorarme
buscando en esas almas la marca que dejó en mí aquella que tocó y robó con las
manos desnudas un pedazo de la mía. Pronuncié su nombre en un susurro y
suspiré, no sé si fue decepción lo que sentí al no saber de aquel cosquilleo en
el estómago por estar invocando lo prohibido, o la contracción involuntaria del
recuerdo de sus labios sobre los míos. Ya no sentía nada, era sólo una persona
más en mi lista de promesas a olvidar.
Había una canción en mi cabeza, no recuerdo claramente cuál
era, me hizo sonreír espontáneamente; cualquiera que me viera diría que algo
anda mal con mi cordura, últimamente nadie le sonríe así a la nada, pero nadie
es como yo…exceso de ego tal vez, pues el pensamiento siguiente fue: “Lastima
que nunca sabrán todos aquellos de lo que se perdieron”. Y yo tampoco, nunca
sabré lo que me pude haber ahorrado. Aunque realmente y siendo sincera no sé si
alguna vez llegué a amar, o si sé cómo hacerlo; obsesiones tuve muchas,
caprichos muchísimos más pero amor… no sé si podría poner esa palabra después
alguno de los nombres de mi lista, incluso de aquel nombre al que me atrevo a
llamar “el amor de mi vida”. Un suspiro de resignación salió de mis labios,
supongo que aún me quedan algunos años de vida para investigar si soy capaz de
entregarlo todo, arriesgar sabiendo que siempre perderé o ahorrarme toda esa
cursilería enfermiza y dejar de idealizar personas por mi propia salud mental.
Reí, esta vez audiblemente, nadie nunca ha sabido hacerme
reír mejor que yo misma, justo estaba terminando con mi lapsus de risas tontas
cuando sentí una mano posarse en mi hombro, me asusté un poco por el contacto
inesperado e inmediatamente busqué el rostro de quien se había atrevido a
perturbar mi paz.
Miré sus ojos y de alguna manera supe que me iba a perder
ahí, miré sus labios y la sonrisa cínica que anunciaba desastre me hizo querer
salir corriendo, sin embargo me quedé ahí, quietecita contemplando cada detalle
de su rostro; era “el amor de mi vida” aquella alma que cruzaba
despreocupadamente por la esquina del parque.
-¿Me extrañaste? –Me dijo y se sentó al lado mío, en el
espacio vacío que dejaba el otro columpio
-Desde antes de ser concebida –Le dije sin expresión alguna en mi semblante, ni emoción alguna en mi voz
-¿Sabes quién soy?
-No –Le miré directo a los ojos, había algo en su mirar que me recordaba historias que jamás había vivido y sentimientos que nunca conocí.
-Mejor, he venido por ti –se paró inmediatamente y lentamente se posó delante de mí, yo recorrí sus formas lentamente, le miré con duda, extendió su mano y yo la tomé parándome también en el acto. Su mano era fría pero suave al tacto, sus dedos eran largos y finos.
-¿Puedo saber a dónde vamos? –comenzó a caminar a mi lado, aun tomando mi mano, lentamente como si tampoco supiera a dónde nos dirigíamos.
-No, tú lo sabes mejor que yo –me sonrió y yo asentí con duda.
-Entonces será un largo viaje y ya casi anochece –le respondí mirando al cielo, en el que ya casi no quedaba rastro de sol y algunas estrellas asomaban a la vista.
-Tampoco habrá luna, será una noche oscura como las que amas.
-Yo amo los días nublados y la lluvia.
-Entonces las amarás… me amarás.
Detuvo el paso y me atrajo hacia su persona,
quedamos de frente; yo dudaba de su intención y estaba a punto de preguntar…
palabras de más, al minuto siguiente me estaba besando y yo no puse objeción al
beso de final de cuento, el beso donde todo termina: besaba a la muerte con
descaro en medio de aquél parque donde no quedaba nadie más que yo y el
universo a mis pies.-Desde antes de ser concebida –Le dije sin expresión alguna en mi semblante, ni emoción alguna en mi voz
-¿Sabes quién soy?
-No –Le miré directo a los ojos, había algo en su mirar que me recordaba historias que jamás había vivido y sentimientos que nunca conocí.
-Mejor, he venido por ti –se paró inmediatamente y lentamente se posó delante de mí, yo recorrí sus formas lentamente, le miré con duda, extendió su mano y yo la tomé parándome también en el acto. Su mano era fría pero suave al tacto, sus dedos eran largos y finos.
-¿Puedo saber a dónde vamos? –comenzó a caminar a mi lado, aun tomando mi mano, lentamente como si tampoco supiera a dónde nos dirigíamos.
-No, tú lo sabes mejor que yo –me sonrió y yo asentí con duda.
-Entonces será un largo viaje y ya casi anochece –le respondí mirando al cielo, en el que ya casi no quedaba rastro de sol y algunas estrellas asomaban a la vista.
-Tampoco habrá luna, será una noche oscura como las que amas.
-Yo amo los días nublados y la lluvia.
-Entonces las amarás… me amarás.
1 comentario:
esta es mi favorita! :D!es hermosa!
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